Con la celebración del Día Mundial de la Justicia Social, las Naciones Unidas hacen un llamamiento a erradicar la pobreza, promover el empleo y el trabajo digno, la igualdad y el acceso a la justicia universal. Dicho así, nos parece muy lejano, sin embargo, cada vez más, las empresas juegan un papel esencial en garantizar y promover los Derechos Humanos básicos, construyendo un espacio de trabajo y gestión ética empresarial basadas en la justicia social.
El concepto de Responsabilidad Social Corporativa (RSC) ha adquirido más peso estratégico en las últimas décadas, aumentando exponencialmente el número de empresas que incorporan indicadores de desempeño social y ambiental en su gestión corporativa y control operacional. No obstante, a pesar de sus evidentes beneficios, un sistema de gestión empresarial basado en la RSC también se enfrenta a fuertes críticas relacionadas, por ejemplo, con su uso como herramienta publicitaria o de greenwashing.
Como consecuencia, los Grupos de Interés o stakeholders se vuelven cada vez más exigentes demandando transparencia y responsabilidad. Es así, como nace, en los últimos 3 años, el concepto de la Justicia Social Corporativa (JSC), que pretende reformular el marco de la RSC convencional introduciendo iniciativas de transformación e impacto social.
El concepto de la RSC tradicional opera en un marco autorregulado, sin que se deriven obligaciones legales o sociales de generar un impacto social positivo, real y medible, y con ello quiero decir, que , es suficiente establecer iniciativas que apoyen ciertas acciones o medidas a nivel social y/o ambiental, iniciativas que se añaden a los objetivos estratégicos, ya existentes a nivel corporativo, y se cumplen (o no) al finalizar el periodo ejecutivo. Sin embargo, , la JSC va un paso más allá, advocando por la implementación de un sistema integral que penetre todas las líneas de operación y funciones de una organización, y que además se retroalimente del input proporcionado por las partes involucradas, garantizando la generación de impacto a través de un sistema medible y evaluable a largo plazo. Me explico con algunos ejemplos de prácticas RSC y JSC.
En materia medioambiental, una estrategia empresarial basada en el sistema RSC tradicional puede incluir cambios puntuales en el sistema de producción/fabricación para reducir los impactos ambientales (como introducción de alternativas a embalajes de plásticos u objetivos de reducción de emisiones). Sin embargo, en un modelo basado en la JSC, el proceso productivo se analiza en su integridad para ser rediseñado eliminando impactos en el medioambiente y la salud de las personas.
Del mismo modo, en materia de RRHH, un sistema de RSC tradicional puede incluir iniciativas para fomentar la participación de los trabajadores en programas de voluntariado alineados con las líneas de acción social preseleccionadas por la dirección de la organización. Mientras que, en un modelo basado en la JSC, el sistema integrado de impacto social se centraría en desarrollar a los propios empleados para ser lideres de transformación social. En otras palabras, se fomentaría el liderazgo y la evaluación propia de los impactos de su actividad en los clientes, comunidades y medioambiente.
Hasta aquí, vemos ligeros matices, sin embargo, es en el área de clientes donde más observamos la diferencia de enfoque. Mientras que un enfoque RSC se centra en informar a los clientes y reportar sobre las acciones e iniciativas llevadas a cabo por la compañía (para mejorar la reputación de la marca), un enfoque JSC se centraría en profundizar en las expectativas de los clientes para implementar un sistema de gestión de calidad, que a su vez, tiene como objetivo transformar las practicas actuales para atender con mayor precisión a la necesidades de sus clientes (por ejemplo, en una empresa tecnológica que compense a los clientes que decidan libremente vender sus datos para su uso por terceros).
En definitiva, aunque ambos enfoques tienen una gran capacidad para impulsar la transformación empresarial justa, la Justicia Social Corporativa aborda un nuevo paradigma que advoca por una relación más sana y de beneficio mutuo entre las empresas y las comunidades con las que interactúan. En ambos casos, no cabe ninguna duda, que la estrategia corporativa basada en la gestión justa debe ser la base y el motor de cambio tanto a nivel individual como comunitario. Sin embargo, en determinadas áreas que hagan frente al problema de la pobreza, de la desigualdad social, económica y política se debe apostar por una estrategia de inclusión de las empresas como promotores de la Justicia Social y los Derechos Humanos fundamentales.