Los que trabajamos en los mercados financieros desde hace tiempo estamos acostumbrados a tres cosas:
1) A la incertidumbre y/o volatilidad de los mercados
2) A las fórmulas mágicas, sistemas infalibles, gurús, campañas de marketing y modas en temas de inversión que emergen periódicamente
3) A que a los clientes les dé igual todo esto y que nos exijan rentabilidad, seguridad y liquidez
Dejando aparte el tema de los gurús y las modas, a los que ya dedicaremos un post específico; hagamos un pequeño viaje en el tiempo y recordemos para qué se inventaron los mercados financieros. Sin necesidad de aburrirles con la historia de La Bolsa, y haciendo un resumen muy simplista, este gran invento sirve para que los excedentes de capital vuelvan al sistema, financiando a empresas que producen riqueza y empleo, todo ello en un entorno de transparencia, rigor y liquidez para el inversor.
La complejidad que vino después, junto con la globalización y los avances tecnológicos, nos lleva a que un agricultor de la oliva en Jaén tenga -lo sepa o no- sus ahorros invertidos en una empresa surcoreana de drones, y que parte de la rentabilidad de doblar el lomo todos los días dependa del independentismo catalán o de que un líder mundial encuentre su Viagra en un viaje diplomático. Si nos lee algún productor de cine o televisión, les animo a que desarrollen una serie estilo Black Mirror pero sobre el mundo financiero. Da para muchas temporadas y seguro que Netflix muestra interés.
Por supuesto que es un ejemplo negativo y exagerado, no por ello menos real, pues también es cierto que los mercados nos permiten invertir nuestros ahorros de modo diversificado -lo de no poner los huevos en la misma cesta y tal-, controlado y líquido. Es más, la volatilidad o el riesgo son necesarios, pues si los mercados no evolucionaran y sufrieran vaivenes sería imposible obtener un retorno económico a nuestras inversiones… o eso hemos creído hasta ahora.
El problema es cuando los mercados no ofrecen alternativas adecuadas a los ahorradores, sobre todo si son conservadores. Echen un vistazo a bolsas, bonos y tipos de interés si les interesan estos temas; y si no, simplemente analicen las propuestas que les hace su banco: depósitos pírricos, inversiones a largo plazo sin liquidez, derivados ligados a índices bursátiles, planes de pensiones con jamón de regalo, descuento en la factura de la luz,… Sí, los asesores financieros nos estamos estrujando la cabeza para que no deje su dinero debajo del colchón. Después de todo, por un lado eso es nefasto para la economía y, por otro, también somos personas y tenemos que comer.
El engañoso y pretencioso título de este post sólo quiere llamar su atención hacia una nueva alternativa de inversión. Efectivamente (al fin llegamos), nos referimos al crowdlending o la financiación empresarial colectiva. La llamamos nueva cuando realmente es más vieja que los propios mercados financieros y es en realidad su origen; y la llamamos alternativa cuando los bancos llevan siglos viviendo de ella, o sino ¿de dónde sale la rentabilidad que percibimos de los plazos fijos bancarios sino de los intereses de los préstamos?.
Aunque habrán notado una velada crítica a la tecnología en este post, siempre en el sentido de la deshumanización que provoca, la realidad es que los avances técnicos están permitiendo que la demanda y la oferta financiera se puedan encontrar fuera de los mercados con niveles de eficiencia imposibles hace muy poco… y todavía no ha llegado el blockchain.
Evidentemente, el salto desde ahorrar a plazo fijo hasta prestar dinero a una PYME, es muy largo y no está hecho para todos los públicos. No obstante, la cosa cambia cuando se hace asesorado por profesionales que cuidan de su inversión, con un control exhaustivo del riesgo -morosidad 0- y a través de un vehículo líquido, transparente y diversificado.
¿Ventajas? Rentabilidades aseguradas entre el 3% y el 6% anual, pago de intereses trimestral, liquidez periódica, reporting profesional, cero volatilidad, cero correlación con los mercados, impacto social, apoyo a las PYME, creación de riqueza y empleo, desintermediación bancaria,… y muchas más. Vaya, parece que estamos reinventando los depósitos.
En esta nueva generación de productos financieros, ÉTICA somos pioneros, y solamente nos animamos a ofrecerlos a nuestros clientes después de años de análisis y pruebas, y siempre para una parte pequeña de sus carteras. Por supuesto, seguimos trabajando en los mercados financieros con el resto de propuestas pero, ¿sabe que?: hoy estamos un poco más tranquilos porque una parte de nuestras inversiones -rentables, seguras y líquidas- no depende de los drones, ni del humor de los políticos; y, además, contribuye al mantenimiento de las empresas y trabajadores de este país.