En un mundo en el que los tipos de interés están por los suelos y donde los inversores más conservadores están abocados a buscar desesperadamente nuevas fuentes de rentabilidad destaca un activo que cada vez está cobrando más atención entre los inversores institucionales u grandes fondos de pensión: los llamados bonos verdes o ‘green bonds’ en inglés.
¿Qué se entiende por ‘green bond’? Los bonos verdes son títulos de crédito emitidos por instituciones públicas o privadas que están calificadas para manejarlos. Son activos líquidos y de ingreso fijo que buscan realizar proyectos verdes, es decir sostenibles, y obtener financiación por parte de inversores interesados, para al final, obtener un retorno adecuado de su inversión. Sus principales impulsores son el Banco Mundial y la Corporación Financiera Mundial (IFC) y su objetivo es encontrar financiación en la lucha contra el cambio climático. Entre los principales beneficiarios se encuentran proyectos sobre energía renovable, la eficiencia energética, la contaminación y la gestión del agua y de residuos.
Cabe destacar que son cada vez más las instituciones o empresas que acuden al mercado de capitales para emitir bonos verdes. De ahí que aparecen las primeras entidades financieras que se suben al tren para emitir bonos en su nombre, lo que ha creado cierta confusión entre los inversores interesados.
Usted se preguntara ¿qué tiene que ver una entidad financiera con el medio ambiente o el cambio climático? Pues bien en principio nada aunque habría que matizar que una emisión se considera ‘bono verde’ siempre que cumple con los siguientes principios básicos:
- Estar respaldado por un proyecto que ayuda a enfrentar los efectos del cambio climático o la degradación ambiental.
- Informar periódicamente sobre la utilización de los fondos recaudados.
- Cumplir con un supervisor reconocido que acredite y controle de manera recurrente la aplicación de los dos anteriores principios.
En el caso de que el emisor fuera un banco, el principal objetivo del ‘bono verde’ es facilitar préstamos a clientes para financiar proyectos relacionados con el medio ambiente o el cambio climático. En este sentido el banco se compromete a utilizar los fondos recaudados únicamente para este tipo de proyectos y así el supervisor reconocido se lo tiene que acreditar a los inversores.
La demanda por parte de los inversores ha crecido de manera exponencial en los últimos años. Muchas emisiones se ha han sobresuscrito en 4 veces y solo durante 2016 se emitió un volumen total de 87.000 millones de euros.
Los países líderes en emisión son los escandinavos, Francia, Alemania, EE UU y curiosamente China. Sin duda habrá cada vez más países que se suman a la fiebre y cada vez más emisores aparecerán cuyos nombres a usted no le sonaran.
Es por ello que existen dos actores que tendrán un papel fundamental a la hora de seleccionar bien para su cartera o el vehículo de inversión:
- El supervisor reconocido del emisor y su credibilidad.
- El asesor financiero que selecciona los activos para usted.
El primero porque debe ser un experto profesional, cuyo máximo interés debe ser la independencia y la transparencia del proyecto ligado al ‘bono verde’ (y no el interés económico) para darle la tranquilidad de que el objetivo de finalidad de su inversión se cumpla. El segundo porque tiene medios para poder contactar con los impulsores de los proyectos concretos para así hacer su propio análisis sobre la idoneidad de la inversión para usted (riesgo del emisor, proyecto interesante y credibilidad del supervisor).
Por último tampoco debemos olvidar que ‘verde’ signifique automáticamente rentabilidad asegurada. Un ‘bono verde’ tampoco hace milagros y su comportamiento depende de los mismos factores como en cualquier otro bono. Un asesor financiero puede informarle adecuadamente sobre los riesgos que está asumiendo en cada uno de los activos seleccionados. No descuide estos últimos detalles antes de invertir.
Christian Dürr es responsable de Asesoramiento Patrimonial en ETICA Patrimonios EAFI