En estos últimos días nos han inundado con artículos y análisis sobre las consecuencias del ‘Brexit’. Con todo ello uno podía llegar a pensar que la ‘bofetada’ que los votantes del Reino Unido acaban de propinar a Europa va a tener un efecto al estilo como cuando dos boxeadores caen al suelo a la vez sin apenas posibilidad para ponerse de pie ninguno de los dos.
¿De verdad es tan grave el asunto? Pienso que no es para tanto y que se está pintando una foto demasiado negativa de toda esta nueva realidad a la que Europa está obligada a enfrentarse. Bien es cierto que los europeos pierden un socio con peso y también que Reino Unido ve amenazado todos los efectos positivos del libre comercio y la libre circulación entre los países miembros de la Unión Europea (UE).
¿Qué alternativa les queda en una situación así? Apliquemos el caso práctico para averiguarlo: me imagino que Reino Unido ahora buscara acuerdos bilaterales para no cortar los vínculos bien establecidos y en la medida de lo posible buscara obtener acuerdos que no se diferenciaran demasiado de los acuerdos existentes antes del ‘Brexit’. Tengamos aquí muy en cuenta que hay otros países que llevan funcionando así con Europa durante un buen puñado de años y la verdad es que no son países que se consideren ‘perjudicados’ o se sientan en ‘inferioridad’ por ello frente a otros estados miembros de la UE.
Cierto es que los acuerdos bilaterales tienen más trabas y obtenerlos es mucho más laborioso porque no deja de convertirse en un toma y daca entre las partes implicadas. Pero al final lo cierto es que todos estos países llevan muy bien el cartel de ‘país que siempre se sale con la suya’. En fin, es lo que hay y pienso que el sentido común nos llevara a este escenario porque Europa necesita al Reino Unido y Reino Unido a Europa, sin duda.
Lo que más le tiene que doler a la Unión Europea con el ‘Brexit’ es el hecho de perder a un socio potente y de que Alemania probablemente mandará más todavía. Pero hay otro asunto peligroso que haríamos mejor no infravalorarlo: lo ocurrido ahora con Reino Unido no sirva de ejemplo a otros países que en los últimos años han respirado cierto malestar con algunas de las decisiones tomadas dentro del seno del grupo europeo. El riesgo de descomposición de la UE, algo impensable hace unos años, está hoy desafortunadamente más presente en las cabezas.
Una Europa de dos velocidades
Me acuerdo bien que no hace tanto en los pasillos de un evento internacional sobre la industria financiera algunos expertos avisaban de que la única salida coherente para Europa iba a ser la de una Europa a dos velocidades. Una Europa con dos grupos de países y posiblemente dos tipos de euro. El primer grupo, de pocos países, liderado por Alemania con el Euro A como divisa y otro liderado por el eje Francia, España e Italia con un Euro B como divisa, un euro ciertamente más competitivo para estas economías. Si, aquello sonaba y todavía suena a ciencia ficción pero seguramente la posición en la balanza antes estaba más alejada de esta hipótesis de lo que lo está hoy.
Como conclusión me resulta importante destacar que Europa lleva mucho tiempo intentando convertirse en algo parecido a lo que son los Estados Unidos solo que por distintos motivos no parece capaz conseguirlo. Sin duda encontrará un plan adecuado para sus propias necesidades. Querer copiar el modelo de Estados Unidos tal vez no sea el camino. La solución tiene que llegar por la vía de un modelo más flexible que encaje con distintas particularidades. De ahí que no me parece tan desorbitado pensar en que tal vez la futura Europa tenga que reorganizarse en grupos de interés (2-3 grupos con particularidades parecidas). El ‘Brexit’ así se convertiría en una mera anécdota porque es posible que lo que mejor encaja al Reino Unido y a sus habitantes sea justamente lo que acaban de votar: estar en Europa sin formar parte de la UE y sin que por ello tengan que verse perjudicados el libre comercio y la libre circulación.
Christian Dürr es responsable Área Inversión ETICA Patrimonios EAFI