Ocho años después del estallido de la crisis financiera, los bancos siguen siendo el principal freno de la ansiada recuperación. Entidades como Société Générale, Santander, Crédit Suisse, BBVA, UBS, Deutsche Bank o BNP Paribas -por no mencionar otros- se dejaron entre el 25 y el 40% de su valor en bolsa solo en la primera mitad de este año.
Uno de los grandes males a corregir es la convicción de la sociedad política actual de sentirse obligada a acudir al rescate de entidades en caso de mala gestión. En otros sectores, las empresas se liquidan y desaparecen en caso de mala gestión. En estos sectores nadie acude al rescate, salvo inversores que todavía le encuentran algo viable. ¿Pero gobiernos al rescate? ¡Ni hablar!
Lo habitual en estos casos es que, por muy dolorosa que sea la pérdida, el mercado con el tiempo la amortiza y no pasa nada. Pues con los bancos no debería ser distinto pero como los gobiernos los utilizan para actuar en su propio interés. Por ejemplo, les animan a comprar deuda soberana que en circunstancias extremas puede causar pérdidas dolorosas a las entidades como sucedió con Grecia. Lo cierto es que existe una vinculación poco saludable y que en algunos casos ya conocidos han terminado en rescates a costa de los contribuyentes.
Si quitáramos el ‘chaleco salvavidas’ a los bancos, el bancario se convertiría en un sector mucho más eficiente y menos propenso a la mala gestión, lo que al mismo tiempo aumentaría la confianza de los inversores en las entidades. Confianza que facilitaría la captación del tan necesitado nuevo capital que permitiría a las entidades a cumplir con los niveles de solvencia cada vez más exigentes.
Limpiando balances
El efecto de la sobreprotección y la reducción importante de los márgenes de negocio finalmente hace desconfiar al inversor para inyectar capital porque ¿quién daría dinero a un proyecto en el que la mala gestión no lleva al máximo castigo (la desaparición de la sociedad) y cuyo margen de rentabilidad está amenazado?
Como ahora pocos están dispuestos a inyectar capital en los bancos, estos para cumplir con las exigencias de solvencia se han centrado en ir eliminando los riesgos principales en sus libros y sacarlos de balance. Y todo ello en detrimento de la financiación a empresas y particulares. Con el grifo cerrado para nuevos créditos, el crecimiento se ha visto lastrado y todavía hoy, con ya una mayor disposición a conceder créditos, la reactivación de la economía en Europa está costando demasiado.
Los deberes que quedan son una regulación más sofisticada y flexible que la Unión Europea intenta impulsar con la unión bancaria y que debe servir a priori como buena base. Pero lo más importante será acabar con la demasiada elevada vinculación de los bancos con las decisiones políticas. Si conseguimos romper esta lanza, el sistema a la larga será mucho menos frágil y conseguiremos mayor estabilidad (mercado eficiente) en el ecosistema financiero. Todo ello imprescindible para que vuelva la confianza a la sociedad y a los inversores.
Christian Dürr es responsable Área Inversión ETICA Patrimonios EAFI