junio 10, 2020

Inteligencia artificial, una clara apuesta de futuro pero con algunos aspectos a mejorar

EL INVERSOR ESTÁ DESNUDO / OPINIÓN

Uno de los temas de moda para invertir sigue siendo la inteligencia artificial (IA). No hay prácticamente sector profesional que no haya sufrido una incursión de nuevas técnicas o aplicaciones basadas en esta tecnología durante estos últimos años. Los inicios primitivos del movimiento tal vez habría que buscarlos en la época del cambio de milenio y la entrada al siglo XXI, cuando una máquina llamada Deep Blue ganó por primera vez en la historia una partida de ajedrez al entonces legendario campeón del mundo, Gary Kasparov. Desde entonces, ningún ser humano ha vuelto a ganar una partida a este oponente artificial.

Sin duda la inteligencia artificial ya está muy presente en nuestro día a día. ¿Qué desarrollo debemos entonces esperar?, ¿copiarán los robots nuestra forma de pensar para luego quitarnos nuestros puestos de trabajo?, ¿debemos temer una potencia mundial dirigida por ordenadores inteligentes?, ¿tendrá utilidad nuestro cerebro si en el mundo de mañana todo se rige por lo artificial? Son muchas preguntas. En todo caso no creo que nos movamos en estos extremos.

Lo que sí parece un hecho es que la inteligencia artificial debe desarrollar y mejorar todavía algunos aspectos clave para reclamar a sustituir al cerebro humano. Donde mayor potencial ofrece, y esto es el punto clave de tanto interés inversor, es cuando se trata de analizar y filtrar con mayor eficiencia entre un gran volumen de datos llamado el big data. El cerebro humano -al menos que nosotros sepamos- no es capaz de hacer lo mismo con tanta información a la vez y de manera tan eficaz.

Esta capacidad de los ordenadores inteligentes se traduce en enormes oportunidades para todos los sectores económicos. Mayor control energético y menos consumo, transportes viarios mejor coordinados con eliminación de ineficiencias, progresos infinitos en I+D y en sistemas de almacenamiento son solo unos pocos ejemplos donde la inteligencia artificial ya es un elemento indispensable para el progreso de nuestra sociedad.

Cuando me refiero a los aspectos en los que debe mejorar la IA para estar a la altura del cerebro humano me refiero a lo siguiente:

La IA debe aprender a cómo interpretar correctamente cuando el volumen de datos es menor (small data).

La IA debe buscar mayor eficiencia en el ahorro de su propio consumo en energía.

A día de hoy la IA no es capaz de entender lo que hace y por qué lo hace.

En muchas ocasiones la IA está sobreadaptada a unos mecanismos concretos analizados. Cualquier desviación de los mecanismos conocidos la puede descolocar.

El significado del Brexit

Voy a dar algunos ejemplos para ilustrar los puntos de arriba que necesitan en mi opinión una vuelta de tuerca. Les lanzo una pregunta: ¿Cuánto tiempo necesitó para aprender el significado -por ejemplo- del Brexit? Me imagino que una vez se lo dijeron ya supo y no necesitaba ninguna información adicional para entender. Es decir que con una explicación algo más detallada, el cerebro humano sabe zanjar el asunto.

El ordenador inteligente en cambio necesita más de eso (al menos a día de hoy). En concreto un sinfín de datos en gran volumen que le nutran para que pueda ir estableciendo un esquema que le ayude a dar un significado a la palabra en cuestión. Si le damos solo la información que necesitaba el cerebro es muy probable no sea capaz de hacerse una idea. En eso nuestro cerebro todavía le gana.

Por otro lado es abismal lo poco que consume un cerebro humano en energía medido en kilovatios por hora, aun después de varias horas de reflexión. En la misma línea se ha podido demostrar que un robot inteligente apenas podría entrenar durante 0,3 segundos con la energía que consume el cerebro en 5 horas. Si lo ponemos en contexto con el consumo de nuestro cerebro, imagínese el gasto de consumo energético en nutrir a un robot para que dé los mejores resultados.

Las máquinas artificiales tampoco entienden de los efectos ni razonamientos. Los robots detectan similitudes y correlaciones y buscan optimizarlas y poco más, pero una correlación detectada no tiene mucho sentido para optimizarla. Resulta que el calentamiento global está muy correlacionado con la caída del número de piratas activos en la tierra. A ningún ser humano se le ocurriría enviar a más piratas a alta mar para así combatir mejor el cambio climático. Este último es un buen ejemplo para demostrar que la IA siempre necesitará de un guía para poner orden y sentido a los resultados descubiertos.

La ventaja del ser humano

Imaginemos también que un día cambien las reglas y el orden inicial de las figuras sobre la cuadrícula de la tabla de ajedrez. El ser humano, sin duda, se iría acostumbrando rápido. A la máquina en cambio, cuyo conocimiento y aprendizaje se basaban en unas reglas concretas, le podría descolocar por completo. Todo el aprendizaje empezaría de nuevo de cero y solo iría mejorando con el paso del tiempo y en función del volumen de datos se haya podido procesar sobre el esquema de reglas nuevas.

Como ven, la IA es un gran campo con un enorme potencial. Sin duda la debemos tener en cuenta como apuesta de inversión en nuestras carteras, a sabiendas de que se trata de un complemento y no de un sustituto al conocimiento del ser humano. Si aprovechamos bien la potencialidad y ventajas de la tecnología no tengo duda que nos hará ser mejores personas y mejores empresas. Potenciaremos lo que aportara valor a nuestra sociedad y eliminaremos lo que resta o lo que sea ineficiente. ¡Un futuro excitante nos espera!

Christian Dürr es socio-director de ETICA Patrimonios EAF

Artículo publicado en Valencia Plaza

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